Si hay un sector en el que la transformación digital tiene sentido es el de la agricultura porque todas las tecnologías aplican de manera directa.
El impacto de transformación digital en la agricultura se demuestra en que las tecnologías harán que cambiemos nuestro modo de hacer las cosas en el entorno rural. Sin ir más lejos, ya se está viendo cómo cambia la manera que recopilaremos datos históricos, gracias al Big Data (en contraposición a esos datos que nuestros abuelos tenían en la cabeza y pasaron de generación en generación). También estamos viendo precisamente cómo trabajamos con esos datos, los analizamos y aprovechamos para hallar mejores soluciones sobre cómo, dónde y cuándo aplicar fertilizantes, fitosanitarios y nutrientes.
Echando la vista atrás, hace muy pocos años, grandes computadores nos permitían ordenar nuestros datos para realizar operaciones que ahora parecen sencillas desde casi cualquier pequeño dispositivo (por ejemplo, hacen registros de entrada, facturación o contabilidad). Realizaban un diagnóstico, presente o pasado para un análisis posterior. Hoy nos dirigimos hacia una gestión de datos multidireccional, desde fuentes internas y externas que nos van a permitir analizar tendencias, comportamientos y en definitiva predecir el futuro.
Predecir la evolución de los cultivos: eficiencia agraria
Si podemos predecir, podemos conocer el resultado de una acción, y por lo tanto… podemos prescribir con seguridad. En definitiva, el Big Data, Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial y el Data Analytics son tecnologías que nos permitirán describir, diagnosticar, predecir y prescribir para mejorar el trabajo en el campo.
En el mercado agroalimentario, más concretamente, podremos conocer mejor su entorno, evaluar su situación, modelar sus opciones. Finalmente, con todo el conocimiento que nos facilitan las nuevas tecnologías de naturaleza digital podremos decidir la mejor opción para nuestros intereses. Por eso, es importante resaltar que la inserción de las nuevas tecnologías no sustituye, ni mucho menos, al ser humano. Sino que es imprescindible en la toma de decisiones: detrás de las nuevas tecnologías siempre tendrá que haber una ‘cabeza pensante’ que sepa en qué dirección va a ir su negocio.
Por ejemplo, a día de hoy ya es posible saber qué semilla funcionará mejor, qué distancia debe separar cada una de ellas en las distintas zonas de la parcela y cómo y cuándo debemos fertilizar para obtener el mayor rendimiento. Podemos conocer los gustos del mercado y los productos por lo que el consumidor está dispuesto a pagar un mejor precio y así enviar esos productos a los lugares donde estarán mejor valorados para conseguir el objetivo de vender más y con mejor precio. Pero, detrás de todos estos conocimientos y tecnologías, siempre estará una persona que será la que adopte la decisión definitiva de cómo utilizarlos.
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