Hoy os queremos hablar del riego del olivar, porque el olivar ha sido un cultivo históricamente de secano. Esto se debe a que el olivo es un cultivo de gran rusticidad y a su resistencia a la sequía gracias a la capacidad de absorción de agua de sus raíces. No obstante, esta tendencia ha cambiado hasta tal punto que, según los datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos en España, en 2020 el olivar fue el cultivo más regado en España con un total de 852.229 ha en regadío, lo que supone un 32% del total del olivar.
Se ha demostrado que, en función del estado fenológico del cultivo, existen determinados periodos en los que no hay prácticamente sensibilidad a la sequía y periodos en los que es muy conveniente un aporte de riego para aumentar sustancialmente la producción. Por tanto, es muy importante(para el riego del olivar) conocer el momento de desarrollo para regar de manera eficiente.
Desde el comienzo de la brotación (diferenciación de yemas), hasta que se produce el cuajado de los frutos es muy importante que el cultivo no sufra déficit hídrico porque los procesos que tienen lugar en este periodo son los que definirán la producción final de la explotación.
Entre junio y julio tiene lugar la caída fisiológica de frutos cuajados propia del olivo para regular su producción. Es importante, sobre todo para la oliva de almazara, que cuando llegue el periodo de caída, el árbol tenga un buen estado hídrico y nutricional. Un buen aporte de agua en este momento no solo limita la caída de frutos, sino que es de suma importancia para la inducción floral que será clave para la producción del año siguiente. A partir de ese momento, se estabiliza la población de frutos en el árbol y no será necesario aporte de agua hasta que llega el momento de maduración de los frutos, cuando el agua es necesario para aumentar el rendimiento en aceite de las olivas y acumular reservas para el próximo año.
Interés en España por el riego del olivar
La evolución de la superficie regada en olivar tiene una tendencia claramente ascendente y debido a la escasez de agua generalizada en las zonas donde se suele cultivar el olivo, el riego localizado es con creces la alternativa más utilizada por los agricultores. Esta técnica de riego del olivar consiste en aplicar pequeños caudales de agua a baja presión y con alta frecuencia, de este modo se mantiene el bulbo húmedo a capacidad de campo permanentemente para facilitar la absorción de agua por parte de la planta y reduce las pérdidas por evaporación directa, escorrentía y drenaje.
Entre las múltiples ventajas del riego del olivar a nivel localizado destaca el mejor aprovechamiento del agua y la posibilidad de regar con aguas más salinas, una mayor uniformidad del riego, ahorro en mano de obra y la posibilidad de aplicar fertilizantes, correctores y fitosanitarios con el agua de riego. Por el contrario, los principales inconvenientes son la mayor inversión inicial y en mano de obra cualificada, los costes asociados al mantenimiento del sistema de riego y la necesidad de hacer un seguimiento al agua de riego.
Por último, existen diversos sistemas de riego localizado como pueden ser la nebulización o la microaspersión, pero sin lugar a dudas el más utilizado es el riego por goteo, implementado en más del 85% de hectáreas de regadío de España. La alta popularidad del riego por goteo frente a otros tipos de riego localizado se debe a su alta eficiencia y control de la salinidad, pero sobre todo a que precisa de una menor inversión económica tanto inicial, como de mantenimiento.
Autor: Jorge Salgado, Departamento Agronómico de Sembralia.
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